La marquesa de Gange by Marqués de Sade

La marquesa de Gange by Marqués de Sade

autor:Marqués de Sade [Sade, Marqués de]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 1813-01-01T05:00:00+00:00


VIII

No escapó al prudente abate que, enterada la madre de que su hija se hallaba en el castillo, iba a resultar muy difícil evitar que la hija se enterase de la llegada de su madre. ¿Podía acaso confiarse en Rose para guardar un secreto semejante? ¿No son siempre de temer los cómplices de una mala acción? Rose daba muestras de buen corazón y de leal afecto a su señora. Nada tan pavoroso como estos matices de virtud en un agente del crimen, y este modo imperioso en que la naturaleza reclama sus derechos debiera refrenar a cuantos pretenden infringirlos.

Llegó, pues, el abate a la conclusión de que era infinitamente más sencillo, y al mismo tiempo más cómodo, sembrar la confusión y la enemistad entre dos mujeres que no se veían que contar con la discreción de una muchacha que las veía a ambas. Por consiguiente, al cabo de algunos días se presentó en la habitación de Euphrasie.

—Señora —le dijo al entrar—, vuestra madre y vuestro hijo se encuentran en el castillo.

—¡Mi madre! ¡Mi hijo! ¡Oh, Dios mío! ¡Qué rayo de esperanza aparece ante mis ojos!

—Pasito, pasito —dijo el pérfido abate—; no es un rayo tan luminoso como parecéis suponer. madame de Châteaublanc se encuentra aquí, en efecto; mas, indignada con vos, se niega en redondo a veros. Vuestro marido le ha mostrado las pruebas desdichadas de vuestros crímenes, y su furia no es para descrita.

—Pero ¿a qué nuevas calumnias os referís ahora?

—¡Cómo! ¿Os obstináis en negarlo?

—No confundamos las cosas, señor: sólo firmé el documento del subterráneo para conservar mi vida y así poder justificarme luego; la carta a Villefranche es falsa; nunca la escribí.

—Disculpad, señora; pero semejante obstinación contribuye mucho más a condenaros que a justificaros. Os convendría infinitamente más recurrir a la dulzura, a la moderación, a las excusas; así demostraríais poseer un alma noble, mientras que el proceder contrario da pruebas de vuestra familiaridad con el vicio, que cree anular los propios yerros negándolos, y librarse del castigo o del oprobio haciendo revertir a otros los horrores de que es culpable. Tal extremo de simulación no redunda jamás en beneficio del acusado, y sí contribuye a su perdición. No es este el lenguaje del arrepentimiento, y sólo el arrepentimiento puede conmover en un culpable.

—¿De modo que, según vuestro criterio, para merecer la estimación ajena es menester reconocerse culpable de crímenes que jamás se han cometido?

—No, pero cuando se han cometido efectivamente tales crímenes, es forzoso avenirse a confesarlos, antes que aumentar su gravedad con una persistente negativa. Mas dejemos de lado los argumentos de una lógica a menudo sofística, e inútil en todo caso. Vuestra madre ha leído el billete dirigido a Villefranche cuya existencia negáis con tanta audacia.

—No he escrito tal billete; no dejaré que se me acuse sin defenderme, y mi silencio sería un crimen tan grave como el que me atribuís.

—Os defenderéis ante los tribunales.

—Quiero comparecer ante ellos cuanto antes.

—Tened por seguro que vuestro marido no tardará en llevaros a su presencia. Entre tanto, contentaos



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